Destacan voces ranqueles en el reclamo por el Atuel

Hace apenas una semana, la Corte Suprema fijó un caudal mínimo permanente para río Atuel. Este fallo fue celebrado por la amplia mayoría de pampeanas y pampeanos y desde los diferentes niveles de Gobierno, que tomó el tema como política de Estado.

Es indudable el aporte de los diferentes gobiernos de la provincia en la búsqueda de la restitución de las aguas del río. De la misma manera, es indudable el aporte realizado por los pobladores de las zonas afectadas que fue sostenido a lo largo de más de 70 años y acompañado por amplios sectores de la sociedad y la cultura de La Pampa.

El nuevo proceso judicial bajo el argumento del daño ambiental, también trajo la posibilidad de instrumentar instancias de participación ciudadana en Audiencias Públicas en el seno de la Corte Suprema de Justicia y en pleno proceso judicial. En este marco, los miembros de diferentes Comunidades Ranqueles que integran el Consejo Provincial del Aborigen se presentaron como “amigos del tribunal” y fueron aceptados para participar de la audiencia celebrada el 16 de junio de 2017. Sí, justamente los Ranqueles junto a pobladores del oeste pampeano, jugaron un rol fundamental en el proceso que derivó en la Resolución de la Corte del día 16 julio de 2020.

Voces de los Ranqueles ante la Corte
Quienes hablaron ante el tribunal fueron los lonkos Carlos Campú y Pedro Coria, pero la comitiva de las comunidades fue más amplia y contó con la participación de María Inés Canuhé, Oscar Huala y Nazareno Serraino. Las palabras de Campú y Coria brindaron una perspectiva casi desconocida y hundieron ese recinto en un silencio que amplificó esas voces que, sin dudas, fueron escuchadas. El escenario era por demás imponente, el interior de la sala de techos altos, decorados en sus paredes, con la presencia del Tribunal Supremo y Gobernadores en representación de sus intereses. Allí, justamente allí, estaban ellos, como salidos de otro tiempo y listos para hacer escuchar su voz. No debe pasar desapercibido que esas palabras no articularon la voz de un análisis, sino que emergen desde la experiencia de vida. Una vida ligada a Kó (el agua) y las posibilidades que brinda para las personas y una amplia biodiversidad.
«Vuelvo a pedir que vuelva a correr el Atuel por su cauce natural, no tengo muchas palabras. Muchas gracias por habernos cedido este tiempo” Carlos Campú
En aquella oportunidad, habló Carlos Campú, “Gobernador Ranquel” en La Pampa. Saludó a los jueces, se presentó como Lonko Che de la Nación Rankulche y comenzó leyendo un discurso escrito. A poco de comenzar, visiblemente nervioso e incómodo por una puesta en escena que nada tiene que ver con su realidad cotidiana, abandonó ese documento que tenía entre sus manos. A continuación, se quitó sus anteojos y con mucha dignidad dijo ante todos: “yo no tengo estudios, poco de lectura sé. Les voy a hablar de lo que yo sufrí y de haber vivido junto a mis familiares muy cerca y hasta a muchas veces yendo a buscar el agua al río Atuel. Agua dulce para los animales y hasta para el consumo nuestro, de las personas”. “Teníamos muy buenas pasturas cuando corría el río Atuel, muy buenas pasturas para las chivas, para las ovejas que eran los animales que más se tenían. También para los caballos. Después empezó a notarse cada vez más la falta de agua. Yo escuchaba a nuestra gente comentar que no había humedad en el aire y que por eso no iba a llover. Porque la gran humedad que generaban los espejos de agua de los bañados eran las que producían las tormentas, según lo que ellos comentaban. Y esto no era por estudios, sino por su conocimiento natural”. 
“Por eso vengo acá a exponer… un poco a contarles de lo que yo seguí viviendo. Fui creciendo y sigo viviendo en esa zona porque había que estar porque es nuestro lugar. Es nuestra tierra y es nuestra agua que Gnechen nos dio. ¿Por qué lo tienen que cortar al río?, nada más porque hay técnicas (de riego)? ¿Porque hay tecnologías? Muy lindo… a mí me encanta la tecnología, pero para trabajarla bien, de forma ordenada y compartida”. 
“Por eso yo me siento a veces mal porque cómo puede ser que tantos hermanos ranqueles se tuvieron que ir. Se tuvieron que ir del lugar porque empezó a faltar el pasto y ya no podíamos tener ni 20 chivas. Los campos ya tenían menos pasto para el consumo de los animales. Los que tenían más animales podían quedarse con más hectáreas y así podían aguantar la falta de pasto. Nosotros no teníamos tampoco propiedad, que sería un documento (título). Nosotros estábamos porque Gnechen nos dio esa tierra, desde que existieron nuestros ancestros, con todas sus lagunas y los ríos que tenía. Era más fácil vivir entonces. Después cuando vino el corte y el río se fue convirtiendo en un basurero en vez de ser un río con agua. Y nuestras casas en vez de ser hogares se convierten en taperas y en poco tiempo no queda nada porque son toldos de yuyos”. 
“Nada más que estas pocas palabras quería comentarles. Nosotros queremos con nuestros hermanos ranqueles que el río Atuel vuelva a correr por su cauce. Para poder seguir y mejorar nuestra calidad de vida, eso que se habla tanto, el mejoramiento de la calidad de vida. ¿Por qué no podemos tener agua los ranqueles si también tenemos derecho? ¿Por qué no podemos tener agua dulce, agua buena? El río Atuel tenía un agua muy buena, muy tomable, estando bien crecido. La hervíamos un poco y tomábamos esa agua. Es así que lo único que les voy a pedir es que vuelva el río Atuel por su cauce natural como era cuando vivían nuestros ancestros, cuando hacía muchísimos años que ellos poblaban esa tierra y eran sus dueños. Yo creo que no hay derecho, no hay ningún derecho para que nosotros vivamos en un lugar que se ha ido deteriorando por la falta del río. Vuelvo a pedir que vuelva a correr el Atuel por su cauce natural, no tengo muchas palabras. Muchas gracias por habernos cedido este tiempo”.
Para las personas indígenas el corte del río significa mucho más que perder la posibilidad de desarrollar una vida digna desde lo material. También implica la pérdida de prácticas espirituales y la posibilidad de contactar ahí, en la Mapu (en el campo), con las entidades tutelares de la Naturaleza y otros seres similares con iniciativa y voluntad propias, cuyas acciones pueden incidir en el equilibrio de las fuerzas. Uno de estos seres es el Arümko, que toma cuerpo en anfibios como los sapos y/o ranas. Este ente, materializado en un animal, es el que dá el agua y está en todos los lugares donde ella está: en los jagüeles, los ríos, los humedales, las lagunas… 
Hay un relato protagonizado por un grupo que decide irse de su tierra cuando la Mapu empezó a mostrar sus límites a los nuevos habitantes que transformaban los campos con fines productivos y el agua de los ríos comenzaba a escasear en el Oeste. Viajaban en sus carretas y cuando llegaron a orillas del Chadileuvú vieron las huellas del Arümko en la misma dirección que viajaban ellos. “Esto quiere decir que él también se vino. Ahí tiene el huinca… hasta el Arümko le huye, porque el Arümko es un ser indio de la tierra, que da el agua. Es indio. Por eso se viene con nosotros”. Y volverá, después de mucho tiempo…