Año 1971: El puente sobre el río Colorado

El archivo y los recuerdos en esta histórica lucha y reivindicación de los derechos pampeanos sobre los recursos hídricos interprovinciales nos llevan al año 1971 y a una publicación en la revista Panorama.

La nota hablaba de una importante inauguración y se titulaba “El puente sobre el río Colorado”, la foto era presentada como obras en el Puente Dique “Húmedo maná sobre el desierto: También los kilovatios”.

“Esta tierra es buena, solo falta regarla” era lo que todos repetían en 25 de Mayo por aquel entonces, con la mirada fija en una mole de hormigón y acero emplazada sobre el río Colorado: “es el puente dique derivador El Sauzal”.

“Es que estancada en su desarrollo por la mezquindad del agua, la zona –una sábana arenosa monótona como el mar en calma- se convertirá en un vegetal apenas las compuertas móviles del coloso eleven el nivel del caudaloso torrente: una cristalina corriente fluirá entonces por los canales anexos y 100.000 hectáreas dejarán de calcinarse bajo el sol. Este prodigio comenzará a germinar en marzo (la nota fue en enero) –tras los obvios bombos y verborreas inaugurales- y alienta la grandeza futura de la región. Un cálculo prudente pronostica la radicación de 5 a 8 mil colonos, integrados en grupos familiares capaces de explotar entre 1000 y 1500 granjas. En el camino del agua asomarán pueblos nuevos y ya nadie soñará con dejar La Pampa para tentar fortuna en pago ajeno.

Aunque el regadío de estos páramos encierra ribetes milagrosos, el puente dique redituará otros halagos: 100 mil kilovatios de energía (integrado al sistema El Chocón-Cerros Colorados) y un paso para la ruta nacional 151 que enlaza el Alto Valle de Río Negro con las ubérrimas viñas cuyanas.

 

Testimonios

Memorioso, el comisario Prudencio Sánchez (54), en entrerriano con alma pampeana, exulta: “Con el dique en marcha se acabaron las inundaciones. Y algunas son bravas: en la del 14, el río Colorado barrió con todo y más de uno no contó el cuento”.

Al pie del puente, el santafesino Carlos Alberto Wuthrich (23) se desentiende por un momento de las conexiones eléctricas para resumir su experiencia obrera: “con 100 mil pesos promedio  de sueldo nacional no puedo quejarme. Los solteros vivimos en casas prefabricadas, a razón de dos por cada habitación con baño privado. La tarde del domingo –nuestro medio día de franco semanal-  tratamos de pasarla lo mejor posible: un poco de pesca en el rio, algún picado, la hora del mate… Antes jugábamos al fútbol con todo, pero ahora se fueron muchos y nuestro club (Puente-Dique) se fundió. Integrábamos la liga Catrilense de Río Negro y en el 69 ganamos el campeonato.

Es común que los vidrios se astillen y ningún chasis se salva de lucir ominosas abolladuras, “aquí todos los autos tienen el tanque reforzado abajo”, alecciona José Andrés Paredes (39), un locuaz chileno que consume sus energías como  oficial general en las obras hidráulicas. Verdadero hombre orquesta, tanto acciona una topadora, como liquida los sueldos o pilotea un jeep. “Llegué hace siete años –evoca- apenas empezaron los trabajos y ahora, con una chacrita en plena producción me siento afincado. Pero antes fue duro: esto era un desierto y ni sitio para comer había”.