Conhello: El reclamo por el Atuel se plasmó en versos, imágenes y acordes

El Bibliomóvil de CONABIP que en estos meses visita en la Biblioteca Popular “Faustino Casimiro Bustos” de Conhello, y que desde allí recorre pequeñas localidades de la zona: Luan Toro, Carro Quemado, Telén, La Maruja, Pichi Huinca, Arta, fue escenario de un encuentro cultural en el que la voz de los pampeanos reivindicando sus derechos sobre la cuenca interprovincial del río Atuel.

La voz pacada, pero firme del escritor “Alpataco” Vázquez resonó en el andén de la estación ante el silencio respetuoso del público presente. Tanto él, como la fotógrafa Ana María Zorzi, quien, además del libro de poesías y fotos Ojos del Atuel, presentó la muestra fotográfica “Oeste Profundo”, ofrecieron su testimonio sobre el desastre ambiental que sufren las tierras del oeste pampeano que se están desertificando debido al corte del Río Atuel y sobre la desgracia que azota a los pobladores que con impotencia ven morir de hambre y sed a los pocos chivitos que les quedan.  

El horizonte empezó a teñirse de fuego mientras los acordes de Javier Marenchino y la dulce voz de María Dunel entonaron algunas melodías de reclamo, en defensa de nuestros ríos, entre las que se destacó la cueca cuyana “La Seca”, cuya letra emplea la picardía y la creatividad para protestar por el corte del Río Atuel por parte de la provincia hermana Mendoza. “Usted no se preocupe, cántele feliz al vino, que yo cantaré esta cueca hasta que cambie el destino, que yo cantaré ‘La Seca’ hasta que cambie el destino”, advierte el estribillo.

La noche cerró con la interpretación musical de Belén Montiel, quien al igual que Alpataco proviene de nuestro Oeste y, que además de cantar algunas canciones, compartió sus vivencias y las de su gente.

La gesta de los puesteros

El escritor Alpataco Vázquez también presentó su libro Los últimos puesteros, un texto que denuncia con nostalgia el despoblamiento de los puestos del oeste pampeano, sobre todo por la falta de agua. “Se fueron yendo de a poco del corral de la existencia, “guacha” quedó mi querencia y las familias que había, dejaron casa vacías en el rincón de la ausencia”

Pero, además, la obra de Alpataco permite escudriñar, con orgullo, las miserias y sacrificios de aquellos paisanos que con ahínco y esfuerzo trabajan y viven con sus familias entre bardas, jarilla, alpataco y soledades. En este texto, las estrofas fluyen como antaño lo hacían -libres, frescas y cristalinas- las aguas del “río robado”, con un lenguaje genuino y la profundidad que solo pueden surgir del alma de alguien que no observa, sino que siente, que no describe, sino que experimenta con orgullo una filosofía de vida arraigada ancestralmente a su tierra.

La identidad de esa comunidad, con sus tradiciones, sus costumbres, su cotidianeidad, sus penas y alegrías, se entreteje en la íntima descripción que Alpataco dedica a cada uno de los puesteros, 61 historias de vida, de mujeres y hombres, regalan al lector pedacitos de humanidad, de incalculable valor documental. Un completo glosario acompaña los versos, permitiendo aprender un poco más de esta cultura tan nuestra, pero tan poco conocida por quienes vivimos en el próspero norte de la provincia.