Se caen las mentiras en Brasil

Al igual que en nuestro país, donde la complicidad de los grande grupos de medios de comunicación colaboraron para derrumbar la imagen de algunos candidatos y fortalecer la de otros; donde se comprobaron vínculos entre periodistas, jueces, fiscales y falsos testigos; donde se llegó al poder mintiéndole a la gente para poder desarrollar políticas netamente sectoriales y con beneficios para «los de siempre», en Brasil se cae la mentira inventada contra el ex presidente «Lula» Da Silva.

Lentamente se conocen los detalles de la operación política-mediática-judicial armada para poner preso a Lula, mientras en el Congreso se arma una Comisión Investigadora y desde la Corte califican la situación como muy grave, se pide la liberación inmediata del ex presidente.

Lo cierto es que Lula está preso aún sin las pruebas, en una acusación ridícula y sin fundamentos, y fue detenido justamente antes de las elecciones en el vecino país, favoreciendo al actual mandatario Bolsonaro.

El artículo comienza comparando la situación que se vive en Brasil con lo que ocurre en Argentina, ya que son muy similares y con una historia que comprueba este tipo de movimientos en América Latina; los intereses sectoriales muchas veces se realizaron por la fuerza y mediante la militarización; más tarde con las bondades que llegan del norte generando desempleo y endeudamiento; y en los últimos tiempos -con más fuerza- con la complicidad mediática, que no tiene ningún reparo en, tras acusar, difamar, mentir, opinar, defender, inventar, suponer, con la firma intensión de beneficiar a algunos y perjudicar a otros, bajar esa bandera cuando se vienen nuevas elecciones y parece que la cosa va para otro lado.

Los comunicadores podemos tener una ideología -generalmente la tenemos-, los grandes medios tienen intereses sectoriales, está bien defender desde cada lugar una cosa u otra, pero con responsabilidad. La complicidad es un delito y los medios, que son cómplices de muchas de estas cosas, son responsables de sus hechos, aunque rara vez, o nunca, reciben una sanción, pena o condena por actuar irresponsablemente.