Un hecho que no debe tomarse a la ligera

Argentina y América Latina sin dudas escribieron las páginas más oscuras de su historia a partir de los golpes de estado, que solo trajeron muerte, persecución, endeudamiento y cientos de crímenes de lesa humanidad. La Justicia no puede permitir la complicidad de dirigentes y sectores económicos que apoyan este tipo de acciones.

Hace muy poco tiempo este tipo de movimientos orquestados desde la derecha, con la complicidad de gobiernos e intereses económicos y ejecutados desde las fuerzas militares y de seguridad, produjeron el derrocamiento de Evo Morales en Bolivia, presidente elegido por su pueblo hacía solo un tiempo y tras varios años al frente de un gobierno que cambió la vida del pueblo boliviano.

Este hecho no debe quedar impune y requerirá de la intervención de los múltiples organismos defensores de los derechos humanos, pero también de una Justicia que debe involucrarse más y sancionar a los responsables de formar parte de cualquier hecho antidemocrático, ya que solo así representaría el interés popular.

Un caso muy cercano roza a nuestro país, en ese momento presidido por Mauricio Macri, quien envió un avión con gendarmes y elementos que colaboraron con la fuerza militar boliviana levantada contra un pueblo que protestaba para que no derroquen a su presidente, quien tuvo que dejar su país y buscar asilo por serias amenazas contra su persona y familia.

Bolivia vivió sin dudas momentos de gran tensión en 2019, incluso con personas fallecidas, y si hubo complicidad de gobiernos, dirigentes o empresas debe ser no solo investigado sino castigado con todo el peso de la ley, estos hechos no deben, no pueden quedar en la nada, «alguien» es responsable de golpes de estado y derrocamientos y claro está que la única forma de avanzar, tanto como sociedad como desde la garantía de derechos, como económicamente, es terminar, de una buena vez por todas, con los privilegios de unos pocos que utilizan hasta el último recurso con tal de mantener esa situación social y económica que lleva generaciones, aún dañando a la mayor parte de la población.

Un párrafo aparte merece el tratamiento mediático de este tema, muchas veces desde la falta de cobertura o desinformación, aunque lo que más duele es la complicidad, en ocasiones por formar parte de ese selecto grupo que lejos de priorizar el bienestar general solo piensa en sostener los privilegios antes mencionados.