El país, completamente dividido, opta periódicamente entre dos modelos que claramente no terminan de convencer a la sociedad. Gobiernos que cambian cada 4 años y una dirigencia política que no está a la altura de las circunstancias generan incertidumbre en un sector que vuelca la balanza para uno u otro lado.
Por Federico Gómez
Las 4 últimas elecciones fueron de alternancia política en la conducción del país -Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei- hecho que refleja no solo la inestabilidad de un grupo de votantes sino, principalmente, la fuerte incidencia que generan los medios y redes sociales a la hora de definir a los representantes.
Lejos de un pensamiento colectivo, las personas eligen por un momento particular, por una situación personal, o bajo la influencia de «lo que venden» los medios o redes sociales, estas últimas cada vez más determinantes.
Demostrado está que siempre es más fácil repetir lo que «alguien más dice» que ponerse a repasar la historia, hecho que permite conocer la verdad (total o parcial) con interpretación propia, los libros no muerden y los números están a disposición de todo aquel que quiera conocerlos (salarios, pobreza, desocupación, deuda, etc).
Así, mientras la sociedad progresa (y con ello su calidad de vida), los salarios mejoran, el turismo se expande, el empleo crece, la pobreza baja, muchas personas automáticamente comienzan a ver satisfechas sus necesidades básicas y se ocupan de otros temas, entran en juego la inflación, el cepo, el dólar, la apertura de importaciones y busca un cambio, que por lo general llega siempre de la misma manera, con apertura de importaciones, destrucción de la industria nacional, endeudamiento externo, bicicleta financiera, fuga de capitales, blanqueos, desempleo, pobreza y pérdida del poder adquisitivo de los asalariados.
Un Kirchnerismo desgastado terminó generando serios inconvenientes en las provincias, gobernadas por años bajo un Peronismo muy fuerte que paliaba situaciones a pesar de lo nacional. Así, se fueron perdiendo muchos territorios provinciales, producto de la imposición nacional y de malos manejos de algunos dirigentes.
El PRO (junto a un sector del Radicalismo), que logró revertir parte de esa fortaleza peronista en el interior producto de alianzas, hoy pierde credibilidad y se entrega al poder de turno en busca de beneficios económicos para quienes representa (intereses extranjeros y de poderosos en Argentina). Mauricio Macri, Patricia Bullrich, «Toto» Caputo y los dirigentes de ese espacio intentan por todos los medios construir desde un consenso más de necesidad que de proyectos.
La indefinición Radical solo generó entrega y transformó al sector en «títeres» del poder de turno, primero con Cambiemos y ahora con La Libertad Avanza, más preocupados por ocupar cargos y «cuidar su puesto» que por lo que el centenario Partido representó históricamente en sus ideales. En tanto, otros dirigentes se aliaron con el Kirchnerismo para transformarse en «Radicales K», y dar la pelea desde el otro lado de la grieta.
Ahora, equivocadamente, los dirigentes parecen llegar desde afuera de la política, para terminar haciendo lo que históricamente hicieron muchos políticos, vivir bien mientras el pueblo la pasa mal.
Esta palabra demonizada por los medios (intereses económicos), casta, instaló a un Javier Milei que, motosierra en mano, prometió soluciones mágicas, similares a las de Carlos Menem en los años 90 y que la historia se encargó de demostrar cómo se termina, con más deuda, destrucción de la industria nacional, despidos masivos y le entrega total de los bienes del Estado.
La carencia de un proyecto político que apunte al bienestar general de la sociedad, a buscar equidad, calidad de vida, oportunidades para los jóvenes, dignidad para las personas mayores pero por sobre todo el amor a la Patria y un verdadero Federalismo, marcan que esto continuará por la misma senda de indefinición.